Hoy hay
sentimientos de fracaso, dolor, traición y calumnias…
El fracaso
nos lleva a derrumbarnos: Nos oscurece la vida y provoca que perdamos el
camino.
Cuando el
dolor nos muerde, olvidamos toda la dicha vivida y nos parece que ya nunca más
podremos sonreír.
La traición
de los que creíamos más fieles nos lleva a desilusionarnos de la amistad y a
caer en la duda.
La calumnia
nos hace sentirnos como niños indefensos que cierran los ojos ante la amenaza y
se encogen hasta la estatura del polvo…
Sentir y
vivir estas cosas es horrible…
es como en
las noches de insomnio en que parece que nunca llegará la madrugada. Es así. Lo
sabemos por experiencia.
Y es cuando
necesitamos regar con nuestras lágrimas la esperanza que en nuestro jardín ha
de ser siempre la última flor que se marchita. Porque no hay noche tan larga
capaz de detener un día nuevo.
Ni “hay mal que dure cien años”.
Es bueno
pensar cuando llueve que esa tristeza fecundará la tierra para la primavera.
Recordar
que una salud radiante importa más que el tajo doloroso de un bisturí.
Cuando
alguien nos insulta cobardemente y nos apedrea el huerto frutal, corremos el
riesgo de olvidar que ese árbol apedreado volverá a florecer y dar su fruto sin cansarse de dar…A media
noche, cuando nos cubre la pena y la derrota. Cuando atardece la desilusión.
Cuando se nos muere la risa como el sol. Cuando se nos apagan una llama que
hemos cuidado mucho para alumbrarnos en las tinieblas… consuela y entusiasma recordar que:
Siempre hay un mañana.